Buceando por la costa cerca de la playa de San Lorenzo, pinchando oricios con mi arpón, descubrí tras un matorral de algas una cueva desconocida. Me intrigó la irregularidad de su perímetro, demasiado simétrico para ser fruto de la erosión. Mi escasa pesca no pudo con la curiosidad del arqueólogo submarino. Me adentré en la cueva. Enseguida alcancé la superficie con dos brazas, una entrada seguramente accesible a secas en marea baja. Descalcé mis aletas y emprendí la exploración a la luz de mi teléfono celular acuático. Rápidamente una vía férrea, ancho como el FEVE, confirmó la humanidad de la cueva. ¿Una mina submarina? La poca luz de la pantalla LCD del teléfono alumbraba a un palmo. Por suerte, el aforo de mi batería presumía de un completo tranquilizador. Anduve un buen rato, contando mis pasos sobre las traviesas antes de parar tetanizado. El lúgubre grito a mis espaldas venía del mar. Quise darme la vuelta. La tenue luz electrónica alumbró un esperpéntico grabado en la pared. Horror, expresión gráfica del terrorífico grito. Imposible dar marcha atrás, allí estaba el terror. Mis piernas, rápidamente cogieron un nuevo ritmo, 2 pasos por 4 traviesas, la polka de la fuga. Siempre que enfocaba las paredes, tétricos dibujos esculpidos intentaban devorar mi retina. Por suerte, llegué al fin del tren fantasma tras una espesa cortina de telarañas. Un nuevo espacio, sótano abandonado, forrado con azulejos blancos y un enorme interruptor de baquelita. ¡Clic! Los fluorescentes de la lavandería se encienden. Por más acogedora que fuese la nueva sala, no inspiraba confianza ni invitaba al descanso. El tamaño de las máquinas, oportuno para un hospital, la cárcel o el cuartel de un ejército desmantelado. Seguí explorando las galerías en busca de la salvadora salida, la curiosidad devorada por el espanto. Una escalera más ancha y por fin, la luz del sol nublado. Reconozco en el enorme patio la Giralda flanqueada por macizo escudo aguileño. Estoy en La Laboral. Obsesionado por el último grito que me persiguió, intento reproducir su sonido con un enorme doorag fabricado con piezas de máquinas encontradas en las entrañas del edificio. Las serigrafías del colectivo marsellés “Le Dernier Cri” ilustran las inquietantes imágenes del túnel que no tenía que haber descubierto. Usted puede experimentar con el instrumento. Quizá le asuste, no será el único ni estará solo. La acústica es perfecta. Arenas Movedizas Quand
la guerre civile espagnole finit d'expulser les derniers Républicains
au-delà de l'océan et des Pyrénées, le régime franquiste hérite
d'une pléthore d'orphelins. La Laboral se construit pour héberger
ce beau monde aux alentours de Gijón. Les enfants grandissent, le
bâtiment aussi à l’image du phare de la culture inspiré par la
Giralda de Séville, de la tour d’Hercule à la Corogne et même
du phare d’Alexandrie (selon son auteur l’architecte Luis Mayo).
Avec de pareilles prétentions on abandonne l’orphelinat pour le
transformer en université. Les Jésuites s’emploient activement à
former les futurs ingénieurs nécessaires au bon rendement des mines
de la région. Puis, comme dans le reste de l’Europe des années
quatre-vingts, l’extraction du charbon cesse d’être rentable. On
abandonne les mines; l’université aussi. Converties par le miracle
Guggenheim de Bilbao, les Asturies investissent dans le tourisme
culturel. La Laboral devient «Ciudad De La Cultura». C’est alors
qu’on m’invite à transformer l’énorme standard téléphonique
orphelin. En quelques jours j’éviscère la machine, transplantant
un cerveau bricolé avec les puces électroniques prélevées dans
les tripes de jouets abandonnés. Joli concert le jour de
l’inauguration pour le plus grand doorag du monde. Si vous visitez
l’endroit, peut-être croiserez-vous ce joli meuble abandonné
après un ultime concert des Chevaux De Düsseldorf.
“The
number you have called has been disconnected.... bip, bip,bip”.
Let's keep the bip and forget about the conversation. This huge call
center was built specially for “La Laboral” in Gijón; a massif
orphanage managed by nuns and Jesuits in the fifties. Every phone
call could be listened by religious ears. Now the place is devoted to
the highest culture from the finest artists. A justified reason to
assign me the resurrection of the machine. I removed the viscera to
exorcise all the sins confessed online and plug a home-made brain
with microchips of sounds stolen from modern toys. I connected the
original switches and jacks to the new soul of the machine,
miraculously transformed in a musical instrument. This is the biggest
doorag built so far. Los Caballos De Düsseldorf played two concerts
with it. At last the public could hear the conversation between
horses and toys. They might complain about modern time, when a robot
spies every word and reports it to a cloud. “Hey, you get out of mycloud”.