- Un domingo rastreando la calle de Mira el Río Baja, pesqué un marisco azulado, por mi plato desconocido. "Metro-Goldwyn-Mayer presenta impresiones de Un Retazo De Azul" sobre fondo abstracto de brochazos. El disco emerge entre orquestas sinfónicas y música clásica. Será la banda sonora de "A Patch Of Blue" reinterpretada por el cuarteto de Walt Dickerson; de aquí las "impresiones". Soy suficientemente joven para leer las notas de la carátula sin gafas y remarco: "Sun Ra es el pianista e interpreta también algunos exquisitos celestes". Últimamente compro los discos a ciegas, sin poder enfocar las galletas, cuando salgo sin anteojos. Pero controlo la discografía de Walt Dickerson de Japón a Italia. Tiene otro álbum compartido con el bardo abducido bien recomendable en el sello SteepleChase. Otro grabado en solitario, directamente cortado en la matriz del vinilo, sin pasar por la grabadora; ancestral y primigenia técnica, cuando las placas y cilindros de cera se registraban, esperando la invención de la cinta. El vibráfono de Walt suena tan cristalino que no tolera ninguna aguja desgastada en el surco. Por desgracia, mi equipo estereofónico también viene del Rastro. Encontré el ampli con un fusible saltarín gratis. La platina K7, de la misma marca japonesa, me esperaba abandonada en la acera. Heredé los antiguos altavoces de Radio France. Solo compré el tocata de segunda mano, impresionado por su base en resina de mármol. Hasta la cápsula fonográfica Shure salió de la basura. El conjunto suena decente al oído presbicia, mientras pincha Rock 'n' Roll o folclore colonial. Pero cuando satura el vibráfono de Walt Dickerson sé que tengo que invertir en una nueva aguja. Por eso procuro escucharlo a principio de mes.
